Por Mariana González, Consultora de GPI México.
La complejidad de una empresa familiar nace desde su naturaleza misma. Al igual que un sistema de familia, esta se desarrolla a través de los miembros que la rodean, creando una identidad y cultura propias. Sin embargo, esta identidad y diversidad se convierte en su principal fuente de conflicto, incrementando su complejidad. Por lo que su supervivencia dependerá de la capacidad de apertura que tengan sus accionistas para aceptar el cambio imprescindible que eventualmente llegará.
Uno de los procesos clave para afrontar los retos que implica la preservación cultural de la empresa en un mundo empresarial competitivo es la implementación y consolidación de la institucionalización, la cual se define como el compromiso de los accionistas al pasar de una organización informal a una profesional.
El grado de complejidad de una empresa familiar se debe a diversos factores como la participación familiar que, como lo explica El modelo de los tres círculos de Renato Tagiuri y John Davis en su artículo de Cambridge Family Entreprise (2018), se debe de identificar la diferencia entre los grupos: familia, propiedad y empresa, para que, una vez identificados los roles, se comprendan tanto las responsabilidades como los derechos que corresponden a cada miembro que integra el modelo.
Sin embargo, aún con la diferenciación de roles, el conflicto entre los miembros se hace presente debido a la vida personal de cada miembro. Cada accionista tiene sus propios intereses y necesidades vistas desde una perspectiva personal, construida por sus experiencias y creando una conciencia y criterio propios que incrementan el grado de complejidad de la familia empresaria; de forma en que la interacción de los miembros crea fricción.
Con el tiempo, las empresas se enfrentan con el desafío de colaborar con un equipo de trabajo intergeneracional, lo que implica adoptar formas de trabajo características de los distintos contextos socioculturales, dificultando el proceso de sucesión. Actualmente, esta complejidad crece debido el apego del fundador con la empresa, creando una brecha conflictiva con los futuros sucesores.
En las empresas familiares se vuelve más complejo, porque si bien existe el conflicto derivado de la interacción humana y sus distintas personalidades, los elementos característicos de una familia como el amor, tolerancia y expectativas con los vínculos familiares pueden generar un choque ante las necesidades y naturaleza de una empresa que hace frente a una alta competitividad de mercado.
Por ello, la necesidad de establecer reglas claras a través del proceso de institucionalización, donde se establezca un protocolo familiar que incluya todos los acuerdos de la familia con relación a la empresa, buscando la armonía y logrando prevenir posibles conflictos. Por eso se crean órganos de gobierno como el Consejo de Familia que funge como responsable para fortalecer la unión de sus miembros y garantizar el cumplimiento de este protocolo a través de la armonía familiar y consenso en su toma de decisiones.
A su vez, se crea el Consejo de Sucesores en Desarrollo, siendo la instancia responsable de formar a los futuros sucesores de la empresa, desarrollando habilidades y conocimientos clave para preservar la empresa con la filosofía y cultura de sus fundadores a través del tiempo.
La formalización de estos órganos apoya en la contención de conflictos y en el cumplimiento de los acuerdos de la familia y empresa, recordando su responsabilidad como accionistas, pero principalmente garantizando una relación sana. Es vital entender que las empresas familiares si bien son entidades independientes, su grado de complejidad puede incrementar o disminuir dependiendo de la integración e interacción de sus miembros.
En este sentido, el proceso de Institucionalización representa un pilar fundamental para regular la relación de los miembros de la familia en la dinámica empresarial, brindando un soporte inicial para la profesionalización a través de un compromiso moral como accionista, como miembro familiar y como colaborador. De esta manera, las diferencias entre los miembros fungirán como una nueva fortaleza para la convivencia de la familia y un mayor beneficio para el equipo como empresa. Es a través de este proceso que la empresa se nutre, desarrollando a cada miembro dentro de lo individual y como familia para lograr la continuación de un legado a través de las siguientes generaciones.
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